¿Qué nos depara el futuro?

Comenzamos esta serie de artículos aprendiendo sobre las distintas alternativas que como humanidad creamos para mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climático. Por mitigación nos referimos a la reducción del impacto del cambio climático a través de la disminución y secuestro de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), mientras que por adaptación nos referimos a la adecuación de modelos actuales para lidiar con las consecuencias ya presentes. Sabemos que combatir la crisis climática es una prioridad, y que proteger y restaurar ecosistemas tiene que estar al frente de todos los esfuerzos, así como la adopción de tecnologías de generación de energía más eficientes y renovables a escalas humanas, por lo que ahora sería pertinente preguntarnos, ¿cómo se puede medir la adopción de estas estrategias en un planeta en crisis y en constante cambio?
Antes que nada, para poder responder esa pregunta, es importante poder medir el éxito de dichas estrategias con el fin de asegurar que los beneficios que éstas traen consigo estén presentes. Con base en lo anterior, se puede hablar de progreso y se pueden priorizar actividades, por lo tanto, es necesario determinar métricas en términos de biodiversidad, mitigación y adaptación.
Por un lado, la forma más generalizada de medir las distintas estrategias de mitigación es a través del conteo sistematizado de emisiones (en términos de toneladas de dióxido de carbono equivalente [tCO2e]) y de su constante secuestro de la atmósfera. De igual manera hay que tomar en cuenta la adopción de tecnologías renovables dentro de la generación total de energía, puesto que hoy en día los combustibles fósiles siguen siendo la mayor parte del mix energético total generado; aproximadamente 81% a nivel mundial según la Agencia Internacional de Energía (2022).
Por otro lado, en términos de adaptación, la medición es más compleja. Para llevarse a cabo se tienen que medir variables sociales, económicas y biológicas en un área específica antes y después de la implementación de actividades de adaptación. Por ejemplo, para reforestar, se debe escoger una localidad donde se tenga certeza que los especímenes podrán crecer y prosperar. Una vez que la reforestación se haya terminado y el bosque haya crecido, se debe medir cómo benefició esa acción al ecosistema y a las poblaciones colindantes. Algunos indicadores comunes son la cantidad de agua infiltrada al subsuelo, la formación y regeneración de suelo, el incremento del área forestal, el aumento de biodiversidad, el ingreso económico de comunidades aledañas y la generación de resiliencia y capacidades ante el cambio climático. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) desarrolla planes de adaptación nacionales con sus miembros. A su vez está encargada de la medición del "balance mundial" (Global Stocktake, en inglés) que tiene como objetivo revisar la efectividad y progreso de los planes de adaptación a nivel mundial.
Una vez que sabemos cómo medir si las estrategias de adaptación y mitigación traen beneficios, surge una nueva pregunta, ¿cómo vamos en términos de su implementación? ¿Qué tanto nos queda por hacer? Para contestar esto, revisaremos las 9 medidas que nombramos en el artículo anterior y hablaremos de los avances en cada una de ellas.
1. Eficiencia energética y uso de energías renovables. En general, la adopción de energías renovables sigue estando en niveles muy bajos a nivel mundial, incluso en los países que lideran su implementación. Según el reporte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2022 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sólo el 17.7% de la energía total consumida a nivel mundial es generada por fuentes renovables. Sin embargo, de acuerdo con McKinsey (2022) la transición energética está ocurriendo y mostrará resultados dentro las siguientes décadas. En su reporte menciona que las energías renovables están creciendo a un ritmo acelerado y que el consumo de combustibles fósiles llegará a su pico alrededor del 2025, después de lo cual comenzará a disminuir. Para 2050 se espera que las energías renovables tengan un 80 a 90% de participación en el total de energía eléctrica generada. Desafortunadamente esta transición está ocurriendo principalmente en países del norte global. Según el reporte de la ONU antes mencionado, la inversión en energías renovables está desacelerándose en países del sur global ya que hay más riesgo de inversión producto de inestabilidad política, económica y social dada la falta de infraestructura, impunidad y complejos problemas sociales.
2. Promover transporte público y movilidad sostenible. Según la ONU (2022), el tránsito anual de pasajeros se incrementará en 50% entre el 2015 y 2030, y el número de automóviles en las calles se duplicará. Sin embargo, solamente el 37% de las áreas urbanas tienen servicios de transporte público. Peor aún, la mayoría de estos transportes públicos aún dependen de combustibles fósiles. No obstante, sí hay iniciativas de movilidad sostenible que vale la pena notar: en la Ciudad de México la EcoBici ha integrado a la bicicleta como parte esencial de la movilidad de algunas zonas. Hoy en día hay 687 estaciones y 9,300 bicicletas en uso, mismas que reducen el impacto ambiental de la movilidad en la capital (Ecobici, 2022) que, a pesar de beneficiar a un sector pequeño de la población, están aportando a transformar el sistema de transporte público. También existen otras iniciativas en Latinoamérica para el desarrollo de transporte sostenible. La International Finance Corporation del Banco Mundial presta servicios de asesoría y financiación en toda América Latina y el Caribe para ofrecer servicios más eficientes a los ciudadanos, mejorar la infraestructura de transporte y generar inversiones. Actualmente apoyan proyectos de ciclovías, metrobuses y teleféricos que conectan mejor a ciudadanos en 6 ciudades diferentes. Desafortunadamente, la ONU determina que aún hay mucho trabajo por hacer para aumentar la disponibilidad de transporte público que sea útil, seguro, confiable y sostenible.
3. Promover la ecología industrial. Medir la adopción de la ecología industrial es realmente difícil, pues muchas empresas no hacen su información pública y muchas otras únicamente revelan planes para que sean percibidas como sostenibles, aportando únicamente al greenwashing y no a un cambio profundo y de raíz. No obstante, la iniciativa de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTi, por sus siglas en inglés) trabaja con más de 3,000 corporaciones a nivel mundial para reducir emisiones de acuerdo a la ciencia detrás del cambio climático. Con actividades que van desde la asesoría sobre las consecuencias de los impactos ambientales, hasta la generación de planes de acción y monitoreo de emisiones, las empresas y corporaciones que quieran adentrarse en una estrategia climática lo pueden hacer con la certeza de su impacto. Puedes consultar dichas compañías aquí. Por otro lado, hay iniciativas innovadoras como CISKA (Circular Industrial Symbiosis Parks in Scandinavia), un parque industrial en Dinamarca y Suecia que funciona bajo esquemas de economía circular, reciclaje, almacenamiento de energía renovable e innovación en negocios sostenibles. Esto nos habla de que hay un creciente interés por la iniciativa privada por conocer y reducir el impacto ambiental y por cambiar modelos de negocio hacia unos realmente sostenibles. Sin embargo, es necesario que estas medidas se comiencen a implementar a gran escala, de manera colaborativa, intersectorial y transversal, y no sólo en proyectos ni países aislados.
4. Impuestos al uso de combustibles fósiles y a las emisiones de CO2. De acuerdo con el Banco Mundial (2022) existen 68 instrumentos de fijación de precios del carbono en 46 naciones en todo el mundo. Siendo de éstos, 36 regímenes fiscales sobre el carbono y 32 sistemas de comercio de emisiones (ETS). Dichos regímenes fijan un límite a la cantidad de gases de efecto invernadero que pueden emitirse a través de permisos negociables de emisión. En los sistemas de comercio de emisiones las empresas pueden comprar y vender unidades de emisión, con la finalidad de llegar a la neutralidad de las mismas. Por otro lado, definir el precio de una tonelada de carbono no es una tarea fácil, Tol (2019) propone precios por país tomando en cuenta variables como la cantidad de emisiones de GEI, los ingresos de cada región, los efectos del calentamiento global por localidad y otras variables sociales y económicas. Utilizando este método, Tol (2019) propone un precio global del carbono de $24 por tonelada de carbono [$/tC] o $88 por tonelada de dióxido de carbono [$/tCO2e]. Sin embargo, estos precios pueden fluctuar dependiendo de las variables que se usen para su cálculo. En la realidad los precios por tonelada de carbono o dióxido de carbono en promedio son más bajos y fluctúan mucho entre países, por ejemplo, en Polonia el impuesto por tCO2e es de menos de un dólar mientras que en Suecia éste es de $137/tCO2e. Esto nos habla de un avance en términos de impuestos a emisiones de CO2, sin embargo, hay un camino de oportunidades para su correcta implementación y regulación. Dicho lo anterior, muchas naciones tienen aún otras prioridades por encima de estas. En el sur global la desigualdad social y de género, así como la degradación ambiental son factores importantes que retrasan la correcta gestión de carbono, y por otro lado, en países del norte global, la migración es un factor importante que resolver. Todas estas situaciones deben ser solucionadas prioritariamente pues impiden el avance en legislaciones como los impuestos a emisiones de GEI en el mundo.
5. Infraestructura sostenible. Hay ciudades en el mundo que ya han implementado muchos sistemas para asegurar su sostenibilidad. Exigiendo licencias de construcción sostenible como LEED y BREEAM, recolectando muchos de los residuos sólidos (evitando que terminen en cuerpos de agua, barrancos y bosques), reciclando plásticos, aluminio y papel, generando energía con los residuos orgánicos, asegurándose que la calidad del aire esté dentro de los límites aceptados, optando por materiales que se obtengan de una fuente menos contaminante y nociva para la salud ecosistémica e incluso, monitoreando que la contaminación auditiva sea mínima. Por ejemplo, Zurich que está clasificada como la ciudad más sostenible según Iberdrola, ha hecho un compromiso para 2050 de consumir 2,000 W de fuentes renovables per cápita, concentrándose en eficiencia energética, arquitectura bioclimática y educando a sus habitantes. Por otro lado, está Singapur, que es la segunda ciudad más sostenible del mundo y la primera en Asia. Esta ciudad tiene como objetivo que el 80% de los edificios sean "verdes" para 2030, lo que implica que los edificios sean -casi- autosuficientes en términos de energía y que estén hechos de materiales reciclados y reciclables. Desafortunadamente esto sucede principalmente en países del norte global, mientras que en el resto del mundo la cantidad de gente sin hogar sigue en aumento; la calidad del aire en ciudades continúa siendo una causa importante de problemas respiratorios y los residuos no son correctamente recolectados, ni separados, por lo que contaminan el suelo y el agua con materiales tóxicos que afectan la salud de las poblaciones cercanas. Adicionalmente, la ONU estima que el 70% de la humanidad vivirá en ciudades para 2050. Esto nos dice que el pronóstico no es el mejor, no parece que estemos cerca de disminuir la huella ambiental de nuestras ciudades y seguimos creciendo a un ritmo acelerado.
Fuente: National Geographic
6. Reforestación y restauración de ecosistemas. De acuerdo con la ONU (2022) el área cubierta por bosques a nivel mundial sigue en declive (aunque el ritmo se ha desacelerado en las pasadas décadas). La cobertura forestal ha aumentado en Asia y América del Norte pero en el resto del mundo está disminuyendo vastamente. Se han perdido 100 millones de hectáreas de bosque en los últimos 20 años. ¡Esto es alarmante! La agricultura sigue siendo la principal causa de deforestación, siendo responsable del 90% a nivel mundial (ONU, 2022). Por esta razón, hay muchas organizaciones trabajando en conjunto en proyectos de reforestación. En Chile se lanzó un programa recientemente -uno de los más grandes de Latinoamérica para la reducción de las emisiones debido a la deforestación y la degradación forestal (REDD+)- que en conjunto con la FAO y el Fondo Verde del Clima, se dedican a gestionar y proteger más de 25,000 hectáreas de bosque nativo, mismo que beneficiará a más de 40,000 personas (DW, 2022). Si bien REDD+ es un programa de financiamiento robusto y ambicioso, su problemática principal es que aún el mercado de carbono que sostiene dicha estrategia no está del todo desarrollado, por lo que un primer paso continúa siendo luchar por un mercado justo y transparente; en México enorme es el esfuerzo de algunos ejidos y comunidades agrarias por salvaguardar sus bosques y ecosistemas, organizaciones como Toroto mismo se encargan de robustecer el mercado de carbono para realmente hacer acción climática de calidad, y algunas otras como Reforestamos México hacen una labor importante en proteger y regenerar estos remanentes de vegetación.
Reforestación realizada por Toroto como socio implementador del programa Aguas Firmes, operado y financiado por Grupo Modelo y la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sustentable (GIZ) GmbH
7. Diversificación de cultivo. Hay diversas iniciativas en el mundo que infunden un poco de esperanza en el futuro, pues contribuyen a la adopción de técnicas de agricultura más amigables con el medio ambiente, es decir, agroecológicas o regenerativas, y que ayudan a generar capacidades y resiliencia ante el cambio climático. Por ejemplo, el programa Sembrando Capacidades de la FAO en Brasil y Colombia, comparte técnicas de agricultura tradicionales entre comunidades, como el sistema de las Chakras Amazónicas, el sistema hidráulico de agricultura anfibia Zenú y el sistema productivo de caña y viche en el Atrato (FAO, 2018). Otros recursos nos ayudan a visibilizar las técnicas sostenibles utilizadas localmente, como El Almanaque de la Sustentabilidad Alimentaria en la Ciudad de México 2022 (UNAM, 2022), que contiene información sobre los procesos de obtención, selección, distribución, comercialización, preparación, consumo y reciclaje de los alimentos producidos y consumidos en la Cuenca de México, visibilizando el sistema que alimenta a más de 10 millones de personas diariamente. A pesar de estas grandes iniciativas, desafortunadamente los monocultivos siguen siendo la forma predominante de hacer agricultura; la lucha será larga pero se está ganando.
8. Investigación y soluciones innovadoras para prevenir y gestionar catástrofes naturales. Muchas organizaciones a nivel mundial están haciendo investigación para entender mejor los ecosistemas y poder crear soluciones a través de ellos. La adaptación basada en ecosistemas, así como la soluciones basadas en la naturaleza (SBN) están encontrando maneras de mejorar la calidad de vida de la gente y conservar recursos y servicios. Por ejemplo, la reforestación de manglares brinda a las poblaciones costeras una manera de restaurar sus ecosistemas, protegerse de ciclones y huracanes, secuestrar carbono, tener alimento suficiente en sus mares y salvaguardar la biodiversidad. Otro ejemplo son las SBN como las que Toroto ha diseñado e implementado: en el caso específico del valle de Apan se llevaron a cabo obras de conservación para infiltrar agua al suelo y evitar la erosión de éste, lo que ayuda a los ecosistemas a regenerarse y generar resiliencia, a proteger cuerpos de agua río abajo y prepara a las comunidades para protegerse de sequías e inundaciones. Así como éstas hay muchas iniciativas mundialmente que estudian las necesidades ecosistémicas, sociales y económicas por localidad, y desarrollan planes en los que buscan crear sinergias entre la sociedad y la naturaleza para asegurar que ambas prosperen en conjunto. Una iniciativa en el futuro cercano que es muy alentadora es el Global Stocktake (GST) de la UNFCCC. Este programa posibilita la evaluación del progreso mundial colectivo en términos de mitigación, adaptación y los medios para apoyarlas e implementarlas. Sus reportes informarán a los países sobre cómo mejorar y actualizar las acciones que se están llevando a cabo, y fomentar la colaboración internacional para abordar estos problemas. Esto representa uno de los mayores esfuerzos a nivel internacional, desafortunadamente aún no hay resultados de estos grupos de trabajo ya que el primer GST comenzó apenas en noviembre de 2021 y está calendarizado para terminar en noviembre de 2023.
9. Desarrollar planes de acción para emergencias climáticas. Los planes de acción para emergencias deben ser desarrollados localmente en las comunidades que son propensas a sufrirlas. Por ejemplo, la Cruz Roja trabaja con el International Research Institute for Climate and Society para desarrollar planes de emergencia locales a lo largo de África Occidental y lidiar con inundaciones ocasionadas por lluvias extremas. Según la ONU (2022), entre 2015 y 2021, el número de países que reportan la existencia de dichas estrategias estuvo cerca de duplicarse, aumentando de 51 a 98. Esto ocasionó que la cantidad de gobiernos locales que han adoptado dichos planes y estrategias aumentara de 51 a 66%. Estar preparados es la mejor manera de afrontar la adversidad, es necesario seguir creando planes que se entrelacen, generando resiliencia en comunidades sistémicamente y a largo plazo; planes que vinculen a los dueños de la tierra y a los habitantes del territorio con la urgencia de enfrentar una crisis climática que nos afecta a todos.
Toroto trabajando de la mano de los dueños de la tierra
Tras leer esto, pareciera que el pronóstico no es el mejor, sin embargo, esto sólo quiere decir que debemos trabajar aún más para llegar a construir el planeta que queremos seguir habitando. La sostenibilidad abarca una intersección entre el bienestar ambiental, social y económico, por lo que para generar un cambio verdadero, debemos atender dichas esferas cabalmente y asegurarnos constantemente que ninguna prospere por encima de la otra. Según la ONU y el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) aún es posible evitar las peores consecuencias del cambio climático, pero la inversión hacía esta transición debe crecer, sobre todo en el sur global. Una buena práctica debe ser continuar con las exigencias a gobiernos y corporaciones, recalcando que los modelos de negocio actuales sean modificados para considerar al medio ambiente y a la gente que habitamos dichos territorios. Más allá de dar nuestro mejor esfuerzo, debemos ser conscientes que un cambio real es un cambio de raíz y sistémico. Un cambio que nos involucre a todos y no sólo a unos cuantos. Un cambio intersectorial, donde tanto gobiernos como industrias puedan colaborar y retroalimentarse de las necesidades de la sociedad y los ecosistemas. Si queremos asegurar un futuro para nosotros y las demás especies de este planeta debemos empezar por actuar ya.
Sobre el autor:
Alejandro es colaborador del blog de Toroto. Le apasiona la sustentabilidad y la abogacía social. Actualmente trabaja como consultor independiente. Estudió Ingeniería Industrial y es Maestro en Energía y Ciencias Ambientales.
Explora reflexiones, investigaciones y aprendizajes de campo de nuestro trabajo en la restauración de ecosistemas.