Crónicas apícolas: cómo cuidar de una selva produciendo miel

September 14, 2023
Crónicas apícolas: cómo cuidar de una selva produciendo miel
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Más de 30 años de ser apicultor le han enseñado a Don Alejandro Oliveros López la intrínseca relación entre las abejas y la selva. También, entre las abejas y los humanos; entre las abejas y los frutos; entre las abejas y los animales; entre las abejas y la medicina; y entre las abejas y el agua. 'La apicultura se lleva muy bien con la conservación de la selva, es una actividad noble, de buena cosecha, da buen recurso, nos permite sobrevivir. Toda actividad tiene una forma de peligro, pero una abeja te pica y no pasa nada ¡ah, pero como duele!' dice entre risas. 'Empecé la apicultura con mi familia, muchos se reían de nosotros porque decían que éramos flojos, que no le dábamos la espalda al sol. Pero después, ¡todos empezaron a ser flojos! Ahora afortunadamente cosechamos más de 200 toneladas de miel en el ejido. ¿Que si me empezó gustando? Pues mira, todas las cosas nacen de necesidad, no realmente del gusto. Acá carecemos de agua, transporte, salud. Antes no me gustaba, pero me dejaba para vivir. Ahora es la forma de vida que escojo'.

A Don Alejandro le enseñó su tío, quien antes sólo producía cera pues la miel hace 30 años era muy mal pagada y pocas veces se le reconocía los beneficios medicinales y nutrimentales que hoy en día conocemos. Don Alejandro, sin embargo, apostó por la miel. 'Comenzamos poniendo nuestras colmenitas hechas con nuestras propias maderas, el equipo realmente era muy caro en aquel entonces, así que nosotros lo hicimos; el primer año hicimos 12 colmenas (a mediados de los años 90). Nos empezó a dar bien, entendimos cómo hacerlo y tuvimos años muy productivos. Comenzamos a invitar a más compañeros de la comunidad, al principio no todo el mundo quiso entrarle, pero hoy ya es un trabajo que llevamos en la sangre'.

Un mundo sin abejas es una catástrofe grande, yo creo que todo se acabaría. Si no hay abejas tampoco hay selva, y entonces, si no hay selva, adiós clima y adiós agua.

Don Alejandro pertenece al ejido Conhuás, ubicado en Campeche, uno de los estados con mayor producción de miel y donde la apicultura se encuentra fuertemente arraigada a prácticas familiares, mismas que en ocasiones rozan tiempos milenarios. Con este ejido desarrollamos un proyecto de conservación de la naturaleza y secuestro de carbono forestal, pues con más de 50 mil hectáreas de selva y colindante con la Reserva de la Biósfera de Calakmul, la urgencia por resguardar el gran patrimonio biocultural que la comunidad de Conhuás poseé, era imperativa. Escuchar de la voz de Don Alejandro decir que 'ahora al ser nuestro ejido protegido no podemos talar árboles y eso es muy productivo para las abejas' nos hace constatar que el proyecto que conjuntamente desarrollamos va más allá del carbono que se secuestra año con año, y es más bien una oda a la dedicación y compromiso con el que los ejidatarios deciden activamente proteger sus recursos naturales y dedicarse a actividades productivas que coexistan con la selva y su biodiversidad.

'Los polinizadores principales de los frutos son las abejas. Acá en Conhuás estamos bendecidos porque no hay grandes extensiones de maizales o pastizales donde se ponga insecticidas; al ser esto Reserva, la selva se cuida. Todo el chicozapote, la guaya, toda la comida de los monos y las chachalacas es polinizada por abejas. Hay partes de la selva que no le gustan a las abejas, generalmente donde no hay agua ahí no están; nunca las vamos a encontrar lejos de los cuerpos de agua. ¡Hasta los animales andan detrás de las abejas porque saben que dónde hay abejas, hay agua!' El entendimiento sobre las dinámicas ecosistémicas de Don Alejandro es enorme, así como el reconocimiento de los factores que afectan el bienestar de sus abejas. La miel que él y su familia producen, como la gran mayoría de la comunidad, es orgánica, pues fuera de un sello que lo acredite, sus abejas se alimentan de flores que no han sido tratadas con pesticidas, ya que la extensa selva que recorren está protegida. 'Mi miel favorita es esa que cuida de las abejas, no ocupamos ni vitaminas ni nada que no sea natural, sale de la flor del árbol del Xuul (Lonchocarpus guatemalensis) y con esa miel no necesitamos de nada más para que nuestras abejas estén fuertes; es la mejor medicina, es algo bonito, pues la misma selva las cuida'.

En México, las mayores amenazas para la apicultura son el uso de pesticidas, la pérdida de hábitat, la falta de diversidad floral, el cambio climático y la falta de conciencia. A todas estas situaciones Don Alejandro y la comunidad de Conhuás les hacen frente. Por un lado, al conservar su selva, conservan la enorme biodiversidad que resguardan, misma que les permite tener mieles de alta calidad, sabor y olor: 'nuestra miel es multifloral. Como vivimos en una reserva tenemos muy diferentes especies de árboles. Aún así, hay veces que las abejas prefieren el chacá, el jabín o el pucté, y lo sabemos porque las mieles saben muy diferentes y huelen diferente también. Nuestras colmenas las vamos reproduciendo nosotros, hemos intentado comprar reinas certificadas pero la verdad es que no prosperan. En esta selva viven muchos depredadores, entonces las reinas certificadas que no están acostumbradas a tanta biodiversidad no logran sobrevivir. Fue así que decidimos reproducir a nuestras propias reinas'.

Por otro lado, al estar la apicultura y la conservación de la selva intrínsecamente ligadas, el aumento de los sumideros de carbono que secuestran dióxido de carbono atmosférico y afrontar la crisis climática, también lo están. Don Alejandro lo dice con sus propias palabras: 'un mundo sin abejas es una catástrofe grande, yo creo que todo se acabaría. Si no hay abejas tampoco hay selva, y entonces, si no hay selva, adiós clima y adiós agua'.

Finalmente, su enorme experiencia, conocimiento y quehacer inspiran a la toma de conciencia colectiva que necesitamos para resolver la problemática que pone en riesgo a la apicultura, y por ende, a las selvas: 'mi sobrino, que hoy es el presidente ejidal, cuando era chiquillo nos miraba siempre ir a la selva a sacar colmenas, hasta que un día me dice que quiere venir conmigo y ver cómo se hace. Nos fuimos en bicicleta en la madrugada, ahí por los cerros grandes; llegamos y prendimos la lumbre, empezamos a ahumar. Fue un buen día, me ayudó a sacar una cubeta de 20 litros ¡y aún el chamaco quería ir por más! Como estaba aún oscuro, tuve miedo de encontrarnos con un jaguar así que le dije que mejor nos regresáramos, y a la salida nos encontramos a unos soldados que se les antojó la miel. Para ese entonces el litro costaba 3 pesos más o menos y que nos dicen -'Les compro todo lo que traen por 200 pesos' y pues para la época eso era muchísimo dinero así que se las di toda. Mi sobrino, en vez de alegrarse, ¡nomás se me quedó viendo triste porque él lo que quería era llegar a comerse un pan con miel!' Nos contó con la añoranza de quien revisita una memoria feliz. 'Ese niño, hoy ya un adulto, hasta el día de hoy es apicultor. Quedó maravillado y la verdad es que es un gran productor. Como decían los abuelitos, -'La vida te da el costal, tú sabrás que haces con eso' y pues yo, entre tanta cosa, decidí hacer miel'.

Alejandro Oliveros López



Agradecimientos

A Alejandro Oliveros López por contarnos su experiencia; a Octavio Santiago, jefe de brigada del sureste en Toroto, por facilitar este lindo diálogo.

Sobre la autora

Sandra es Editora Ejecutiva en Toroto. Estudió biología, le apasionan las diferentes formas de vida que existen en el planeta y está completamente comprometida con protegerlas y conservarlas.

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