Los árboles hermanos de la Península de Yucatán

November 17, 2022
Los árboles hermanos de la Península de Yucatán
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"Eran dos príncipes hermanos, Tizic y Kinich. Aunque en sus venas corría la misma sangre, eran opuestos y diferentes en varios aspectos uno del otro..."

En los últimos años ha crecido la incidencia del concepto de servicios ecosistémicos en el léxico general. Este término suele referirse a todos aquellos beneficios provenientes del ambiente y la naturaleza que el humano logra aprovechar. El término además está asociado a servicios que percibimos como fundamentales; servicios que nos proveen de materias primas como agua, alimento, medicinas, maderas, tintes y demás; servicios que cada vez toman más relevancia en nuestras conversaciones debido a su capacidad de regular los condiciones de las que dependemos enteramente, como lo es el control de inundaciones, la regulación climática, el control de emisiones, la polinización y los servicios de soporte como la biodiversidad, el refugio y la formación de suelos. De igual forma, existen los servicios ecosistémicos de tipo cultural a los que no se suele valorar de igual manera, sin embargo, son de vital importancia en la historia de la humanidad ya que han permitido la existencia y soporte de nuestra civilización, aunado a un sinfín de ideologías, tradiciones, identidades y creencias, entre una gama aún más grande de actividades humanas.

En este artículo queremos enfocarnos en un servicio ecosistémico de tipo cultural muy particular que sucede en la región de Calakmul y en gran parte de la Península de Yucatán, México, donde el equipo de Toroto, con más de cuatrocientas mil hectáreas de proyectos forestales en la región, ha podido ser partícipe de escuchar esta emocionante historia; una leyenda popular entre los habitantes que remonta a épocas precolombinas dentro de la civilización maya.

Este servicio ecosistémico cultural no provee abastecimiento, ni regulación, ni tampoco soporte, sin embargo, es indispensable para entender las relaciones sociedad-naturaleza que se gestan en la región, y de igual forma, para comprender un eslabón más del universo que es el patrimonio biocultural mexicano. Este servicio ecosistémico cultural describe la presencia y relación existente entre dos árboles endémicos de la región conocidos como el Chechén y el Chacá.

El Chechén (Metopium brownei), también llamado Chechén negro, Boxcheché y Kabal-chechen es un árbol caducifolio de 12 a 25 metros de altura con un ancho de hasta 60 centímetros y una copa irregular. Su distribución en México se encuentra restringida a la vertiente del Golfo, desde el sur de Veracruz hasta la Península de Yucatán, donde es muy abundante en diferentes tipos de vegetación que van desde bosque tropical caducifolio a bosque tropical perennifolio, incluido el manglar, los pastizales y la vegetación costera (Pennington y Sarukhán, 1998; García-Gil, 2003).

Por otro lado, el Chacá (Bursera simaruba), también conocido como Chacá rojo, Chachah, Chakab y Hukup es un árbol resinoso caducifolio de 5 a 35 metros de altura con un ancho de hasta 80 centímetros y una copa irregular y dispersa. Su distribución en México va desde la Sierra de Tamaulipas y San Luis Potosí hasta Yucatán y Quintana Roo en la vertiente del Golfo; y desde Sinaloa hasta la Depresión Central de Chiapas en el Pacífico. Se distribuye en diferentes tipos de vegetación, desde bosques espinosos hasta bosque tropical perennifolio, incluido también el manglar, los pastizales y la vegetación costera (Ibidem).

Más allá de sus particularidades e importancia ecológica y biológica, lo que caracteriza a estos dos árboles es la relación que existe entre ellos y las creencias culturales que han nacido alrededor de ésta. Resulta muy común encontrar a ambas especies de manera natural, llegando a distribuirse lado a lado, una junto a la otra.

El Chechén suele ser causante de diversas alteraciones en la piel, destacando la comezón, un intenso sarpullido, hinchazón, afectaciones en vías respiratorias, alergias y demás. La población local incluso llega a comentar que con tan sólo estar bajo la sombra de este árbol puede ocasionar todos aquellos malestares antes mencionados. Por otra parte, el Chacá suele ser el remedio directo y natural para todas las afecciones ocasionado por el Chechén, ya que únicamente preparando un buen baño con el hervir de las hojas, suele ser suficiente para contrarrestar los efectos ocasionados. El Chechén y el Chacá son veneno y antídoto, según se comenta en la región. Es por ello, que se han relatado diversas leyendas y mitos que acontecen a una estrecha relación y conocimiento en torno a la cultura y entendimiento en la interacción de estas especies a escala local.

Aunado a lo anterior, ambos árboles han sido objeto de usos acorde a la tradición local en la Península de Yucatán, por ejemplo: el Chechén suele ser utilizado para contrarrestar la viruela, el sarampión, para quitar verrugas, como veneno para peces y como su madera es de buena calidad, es utilizada para la elaboración de muebles y artesanías. El Chacá se utiliza para contrarrestar dolores e inflamaciones, asma, tos, fiebre, lavar heridas, quitar el sarpullido o las quemaduras por el sol y aliviar las picaduras de insectos y garrapatas. Los usos medicinales de ambas especies, así como aquellos derivados de las enfermedades de filiación cultural, son parte esencial dentro de las costumbres y tradiciones, por lo que están estrechamente vinculados a la cosmovisión e identidad local. Desde su curiosa relación espacial en la región, hasta la concordancia inversa entre los usos que la comunidad les ha dado a estas dos especies, resulta lógico pensar que esta situación conlleva a una de las leyendas que describe la relación existente entre estos dos árboles en su ambiente natural.

Los servicios ecosistémicos de tipo cultural son de vital importancia en la historia de la humanidad.

Para tener un entendimiento más profundo sobre este servicio ecosistémico cultural, contaremos la leyenda detrás de este acontecimiento, la cual es una de las más representativas en la Península de Yucatán y de la cultura maya: la batalla de dos hermanos por el deseo de amor de una diosa.

"Eran dos príncipes hermanos, Tizic y Kinich. Aunque en sus venas corría la misma sangre, eran opuestos y diferentes en varios aspectos uno del otro. El mayor era Tizic, con corazón frío, arrogante y despiadado, nadie en el pueblo lo quería. El menor era Kinich, gentil, bondadoso y de buen corazón, a quien todo el pueblo quería y respetaba por su bondad. Ambos hermanos quedaron deslumbrados por la belleza de Nicté-Há, ella era de alma bella y gentil, por lo que conquistó el corazón de los hermanos. Sin embargo, este acontecimiento ocasionó una batalla entre Tizic y Kinich para ganar su amor. Los dioses enojados cubrieron el cielo con nubes oscuras y la luna estuvo oculta durante los días que duró la batalla.

La pelea tuvo un trágico y amargo desenlace, ya que ambos hermanos murieron y ninguno pudo ganar el amor de Nicté-Há. Al llegar al otro mundo los hermanos pidieron a los dioses volver a ver a Nicté-Há. Los dioses conmovidos aceptaron y los devolvieron a la tierra en forma de árboles. Tizic regresó a la tierra en forma de un árbol venenoso; el Chechén. Con ramas y hojas que queman la piel si lo tocas o te aproximas a él; su resina al estar expuesta a la luz del sol se torna negra. El príncipe Kinich renació como el árbol de Chacá, un árbol que cura todo el veneno que deja su hermano el Chechén. La princesa Nicté-Há murió de tristeza al ver la tragedia de los hermanos. Sin embargo, de igual manera, al llegar al otro mundo los dioses le permitieron renacer en una hermosa flor que se sitúa cerca del agua (especies del género Plumeria) y que en la actualidad forma parte del paisaje natural en los famosos cenotes de la Península de Yucatán".

Lo descrito en este relato propio de la gente local maya señala la importancia de los servicios ecosistémicos culturales pues aborda aspectos que sobresalen en lo espiritual y religioso, lo recreativo y turístico, lo estético, lo inspirador, lo educativo, la identidad de un sitio y la herencia cultural como beneficios propios no materiales obtenidos de los ecosistemas.

La sociedad y la naturaleza son dos esferas que han evolucionado de la mano, una dentro de la otra. Así como algunos insectos cambian a lo largo del tiempo junto con las flores que polinizan, misma es la dependencia que tenemos los humanos a encontrarnos dentro de la naturaleza. Al ser organismos sociales necesitamos rasgos que nos unan a nuestra especie, crear símbolos y afectos que nos permitan aliarnos a los nuestros para así entendernos. La naturaleza es nuestra aliada por excelencia, ya sea ante una crisis como el cambio climático o para encontrar un lugar seguro donde definirnos y resguardarnos. Los servicios ecosistémicos culturales nos han hecho lo que somos hoy. Si bien sin aquellos de sostén o abastecimiento no estaríamos vivos -o al menos no en esta forma humana- los culturales nos han dotado de razón e identidad de ser.

Después de lo anterior resulta muy importante comunicar que la humanidad estaría -aún más- perdida en torno a la relación con la naturaleza si dejamos de tomar en cuenta los servicios ecosistémicos culturales. Una característica importante que los define es su capacidad de tener un impacto educativo en los humanos; no es lo mismo buscar la conservación de un área natural de la cual has experimentado su magnitud y belleza, que simplemente haber escuchado de ella. De igual manera sucede con el valor estético y espiritual que nos aportan. Hoy es el momento de comenzar a revalorizar este servicio ecosistémico y tenerlo siempre en mente y consideración cuando de beneficios ambientales hablemos.


Los servicios ecosistémicos culturales nos han hecho lo que somos hoy.

Sobre los autores:

Marcos es Gerente Territorial del Sureste en Toroto. Estudió Biología con especialidad en Agroecología por el Instituto Tecnológico de Conkal, Maestría en Manejo y Conservación de Recursos Naturales por la Universidad Autónoma de Yucatán y Doctorado en Ecología y Desarrollo Sustentable por el Colegio de la Frontera Sur. Considera que es de suma importancia la conexión entre naturaleza y sociedad para frenar las crisis que vivimos.

Fernando es Director Comercial y de Desarrollo de Proyectos en Toroto. Estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional Autónoma de México y una Maestría en Administración de Negocios en la Universidad de la Sorbonne. Disfruta estar en contacto con la naturaleza y viajar para tener nuevas experiencias.

Referencias

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