Decálogo de reflexiones por un planeta en equilibrio

Una mirada corporativa
1. Reconoce tu rol
Las empresas, sean pequeños emprendimientos o grandes corporaciones, tienen una responsabilidad imprescindible de actuar por el planeta. Como ya vimos, las acciones sumadas de personas individuales generan cambios importantes, pero la huella ambiental de las empresas suele ser considerablemente mayor a la generada por individuos, por lo que las medidas que toman para mitigar esa huella y reducir su impacto negativo a su vez posibilita avances positivos a escalas mucho mayores. Es por ello que las empresas deben reconocer su indiscutible rol como actor en el escenario global del cambio climático y hacer todo lo posible para ser parte de la solución en vez de seguir bajo el estatus quo, que suele significar ser parte del problema. Reconocerse de esta manera es el primer paso e implica una revisión del modelo de negocio en algunos casos, y/o de los valores institucionales en otros, para partir desde ahí hacia nuevas formas de producir, operar, distribuir, vender y desechar.
2. Mide tu impacto
Para poder lograr un impacto positivo con certeza, es necesario conocer una línea base contra la que se puede comparar a futuro para medir avances. Esa línea base, cuando se trata de la huella de carbono de una empresa, se conoce mediante un inventario de emisiones de efecto invernadero. Esto consiste en la recopilación de toda la información relativa a la huella de carbono de una empresa. Es decir, el inventario desglosa de manera clara y ordenada los distintos gases de efecto invernadero generados por las actividades de la empresa y categoriza las fuentes de las emisiones y sus alcances usando una metodología internacionalmente reconocida. Se analiza esta información para producir un reporte de emisiones detallado que sirve como una herramienta para la toma de decisiones, porque una vez que se conoce tanto la fuente como la magnitud de las emisiones, se puede dar el siguiente paso y comenzar a buscar alternativas y herramientas para reducirlas y compensarlas. Asimismo, si se establecen metas de mediano y largo plazo, la empresa podrá medir su avance en el tiempo, de inventario a inventario.
3. Identifica tu oportunidad de máximo alcance
Todas las empresas son diferentes, pero sea cual sea su producto o servicio, sea físico o digital, cada empresa logra sus objetivos mediante una cadena de suministro. Hablando de la huella socioambiental de los recursos utilizados en cualquier cadena, en el mínimo de los casos se usa energía para el funcionamiento de servidores y computadoras, y en la mayoría de los casos, se emplea materia prima como agua, minerales y metales, cultivos y ganado. En todas las situaciones hay oportunidades para reducir la huella socioambiental, sin embargo, algunas tienen más potencial de impacto que otras debido al giro de la empresa en cuestión.
En los casos de empresas que venden productos consumibles -como en la industria de bebidas y alimentos, o de fragancias, cuyas cadenas de valor dependen más directamente de los recursos naturales porque requieren agua y cultivos de calidad-, a pesar de que compensar sus emisiones definitivamente es algo deseable y probablemente necesario, podría haber más impacto directo e inmediato si la empresa también invierte en los mismos recursos naturales que proveen su cadena de suministro. Es decir, invertir en restaurar los ecosistemas y paisajes que suministran agua o donde se cultiva algodón, azúcar, café y un sinfín de materia prima, para asegurar una cadena de suministro sostenible a largo plazo y por ende, un negocio sostenible que apuesta por su futuro junto con el del planeta.
4. Acepta tus límites sin recurrir al greenwashing
Como empresa es complicado que lo puedas hacer todo. Si bien esto no debe desmotivar tu acción climática, tener límites claros funciona para nombrar las metas con certeza y no caer en falsos logros climáticos, o peor aún, greenwashing. Si partimos de la idea de que los grandes cambios se construyen de pequeños -pero continuos- pasos, el primer eslabón es aceptar que como empresa no tienes que hacer todo de golpe. Es mucho mejor, sobre todo para el planeta, hacer una transición profunda y que realmente ayude a descarbonizar tus productos o servicios, que hacer muchos ajustes a medias tintas.
Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de tu empresa es una buena práctica, más aún si lo haces antes de compensar. Abogar por la conservación de la naturaleza -antes que por la restauración de la misma- es también algo que como empresa dependiente de recursos naturales debemos tener en mente. ¿Cómo encaminarnos hacia una estrategia climática de calidad? Ve paso a paso. Ponle fechas a tus objetivos a corto, mediano y largo plazo; designa cuales son prioritarios y cuales dependen de una transición anterior; pero sobre todo, transfórmate dentro de tus límites y hazle saber a tu comunidad qué acciones sí, cuáles no y por qué.
5. Invierte en la naturaleza
Finalmente, si algo debe tener claro tu empresa, es que la naturaleza es nuestro mejor aliado, y para llegar a este punto, primero debemos reconocernos como organizaciones dependientes, de una u otra forma, de los recursos naturales. Ya sea que tu cadena de suministro dependa al 100% de los bienes o servicios que nos otorgan los ecosistemas, o que apenas una fracción mínima de ésta tenga que ver con la naturaleza, el medio natural está inmiscuido en absolutamente todas partes. Desde las baterías que hacen funcionar tus equipos, el café que sirven en la oficina en las mañanas, la atmósfera a través de la cual corre tu red de internet, hasta los territorios por los que pasa tu cadena de suministro, todo involucra ecosistemas, biodiversidad, recursos y vida.
Bajo esta idea, invertir en la naturaleza se vuelve no sólo una forma de asegurar la latencia de tu empresa, tus trabajadores, tu familia y amigos, sino que se vuelve una forma de asegurar la existencia de todo lo que conoces. Es importante mencionar que más allá del altruismo que lo anterior pueda suponer, invertir en la naturaleza corporativamente hablando reduce el impacto ambiental. Regenerar las fuentes naturales de las que se obtienen recursos prolonga la disponibilidad a futuro de las mismas; financiar un proyecto de secuestro de carbono de alta calidad ayuda a las empresas a encaminarse a sus objetivos climáticos mientras apoyan formas de vida dignas y justas; sensibilizar al resto de la empresa sobre la importancia de cuidar de la naturaleza suma a una construcción de la conciencia colectiva. Invertir en la naturaleza va más allá de financiar la restauración de un ecosistema; es invertir en tu organización y en su futuro.
Perspectivas desde la individualidad
1. Reconoce tu rol
El cambio individual no tendrá el mismo alcance que el cambio sistémico que le corresponde a las grandes corporaciones y gobiernos, es cierto. Sin embargo, esta no es razón para delegar responsabilidades: si ya identificamos un problema de esta magnitud, debemos hacer algo al respecto. Todo esfuerzo aporta.
La mejor forma de sumar a un cambio de narrativa es informarte, fortalecer tu criterio, conocer tu impacto (y procurar reducirlo), rodearte de personas que te motiven a seguir en este camino, y tú, desde tus capacidades y alcances, promover con tu comunidad el responsabilizarse por su impacto ambiental. Recuerda que tu aportación se acumula con la de las demás personas que están tomando decisiones como las tuyas, y eso empuja a que el cambio sea cada vez más transformativo, inclusivo y de alcance.
2. Trasciende tus limitaciones: actúa como ciudadano y consumidor
Aunque sea difícil de aceptar, sabemos que dejar de consumir cierto producto o servicio no hará un cambio global en el bienestar del planeta y los recursos naturales, sin embargo, reconocer que el cambio está en ti, aunque tú no seas el cambio en sí mismo, es la fortaleza. Una forma de entender esto es a través de identificar el impacto que tiene la ciudadanía sobre las decisiones que nos afectan a todos, pues ser un ciudadano implica sumar al bienestar compartido de tu comunidad y tu localidad; por lo tanto, estamos hablando de aquellas responsabilidades que tenemos como individuos que trascienden nuestra individualidad.
Conocer las reformas actuales a las leyes y el impacto que suponen implica un acto que va más allá de nosotros y los nuestros, pues al organizarnos y hacer ciudadanía, podemos llegar a frenar las que consideramos no son apropiadas. De igual manera sucede con proyectos o desarrollos turísticos que sean nocivos, con productos que vulneren la salud de la comunidad, con cadenas de suministro que amenacen la resiliencia de los ecosistemas de los que dependemos, o con cualquier situación, producto o servicio que nos aleje de nuestro derecho humano a un medio ambiente sano.
Confía en el poder que tiene la ciudadanía para amplificar tu voz; trasciende tu individualidad haciendo comunidad.
3. Cuestiona paradigmas
Todo lo que conocemos está en constante cambio, de igual forma sucede con lo que pensamos y con lo que en ciertos momentos de la historia hemos llamado 'verdades absolutas'. La realidad es que el mundo es más subjetivo de lo que parece, por lo que cuestionar paradigmas es una buena práctica que suma a la formación de un criterio propio y a la comprensión profunda sobre un tema. Por supuesto que con esto no queremos decir que cuestionemos la existencia o no del cambio climático, más bien, que profundicemos en las razones detrás de éste y sus argumentos. Pongamos algunos ejemplos:
La alimentación es un tema a debatir pues la industria agropecuaria convencional es muy contaminante. La respuesta sencilla a esta problemática sería dejar de comer productos cárnicos pues el ganado es un gran contribuyente del metano atmosférico, sin embargo, ¿realmente es esa la única solución? Algo similar sucede con los cuestionamientos acerca de la sobrepoblación, ¿realmente somos muchos y el planeta no nos puede sostener, o son nuestros hábitos de consumo lo que es insostenible? Así también con algunas formas contrapuestas de entender la conservación de ecosistemas, o incluso con la idea de consumo y el mantra que constantemente repetimos de 'quality over quantity'.
No es que todos estas situaciones no sean problemáticas y debamos dejar de preocuparnos por ellas, sin embargo, reflexionar a profundidad nos ayuda a entender el problema de raíz y no caer en boca de lo que la mayoría pueda estar pensando o creyendo. Informarse activamente y cuestionar lo que hemos aceptado como una verdad absoluta es una gran práctica en pro de tomar decisiones acertadas para el bienestar de nuestro planeta.
4. Acepta tu incoherencia: nadie es perfecto, todo y todos tenemos huella ambiental
Nuestro esfuerzo individual hace una valiosa diferencia, pero de vez en cuando nos topamos con la cruda realidad ya nombrada; por mayor empeño que haga un ser humano para reducir su huella ambiental, siempre seguiremos teniendo alguna clase de impacto, pues respiramos, comemos, intercambiamos materia con el entorno, e incluso cuando ya no estamos aquí, nos degradamos. La vida en sí misma tiene una huella ambiental intrínseca.
¡No seas tan duro contigo mismo! Estás haciendo lo que puedes, no eres (ni nadie es) perfecto, y no debes sentirte culpable por las veces en las que eres 'incoherente' con tu postura, la coherencia absoluta es un imaginario imposible de lograr en un mundo tan complejo, variable e impredecible como el nuestro; simplemente enfócate en las cosas que sí estás haciendo para contribuir al cambio, reconoce las que no puedes o quieres modificar, haz las paces con tus decisiones y no sentencies lo que alguien más no está haciendo, pues cada camino es propio y muchas veces no podemos estar seguros de que la otra persona esté aportando de diferentes maneras que quizá no te imaginabas eran posibles.
5. Reconócete parte de la naturaleza
Como seres humanos, dependemos completamente de la naturaleza, y debido a una forma incorrecta de relacionarnos, la hemos transformado aceleradamente a nuestra conveniencia, al grado de llevar al planeta a la degradación y destrucción de ecosistemas, a la extinción exponencial de algunas especies, a la explotación desmedida de recursos y servicios, entre muchas otras situaciones que vulneran la existencia misma de nuestra especie.
Más allá de los alimentos que consumimos, del clima que percibimos y nos mantiene en una temperatura óptima, o del agua que nos da vida, necesitamos psicológica y emocionalmente de la naturaleza porque somos naturaleza. Si no soltamos la superioridad irracional que ha caracterizado nuestra relación con el resto de las cosas vivas, no podremos entender que ninguna forma de vida vale más que otra, así como tampoco podremos avanzar hacia un mundo en el que nuestra codependencia con la naturaleza sea respetuosa, equilibrada y justa. Si la naturaleza tiene bajas posibilidades de prosperar en el mundo actual en el que vivimos, son diminutas las nuestras. Parte de entendernos naturaleza es reconocer el funcionamiento de la red que sostiene la vida, las múltiples interacciones que suceden, la esencia cíclica de la materia, el rol que juega cada ser vivo en nuestro entorno; el rol que jugamos nosotros en el nuestro. Esta reflexión nos permite un cambio de narrativa: que ya no nos caracterice la degradación ambiental que hemos propiciado, seamos esa pieza en la red gigantesca que abarca la vida, que logra equilibrar nuevamente la balanza para habitar ese espacio de la naturaleza que somos, en respeto y armonía con lo que no somos.
Explora reflexiones, investigaciones y aprendizajes de campo de nuestro trabajo en la restauración de ecosistemas.