Con las botas en el territorio: lecciones y reflexiones tras seis años de implementar en campo



¿Dónde ocurre realmente la acción climática? Depende de quién se haga la pregunta.
La acción climática no sucede en un solo lugar, sino en los puntos de encuentro entre decisiones, conversaciones y esfuerzos que surgen desde distintos frentes, siempre compartiendo el mismo propósito: asegurar un presente sostenible.
En Toroto entendemos la acción climática como un gran rompecabezas colectivo en el que cada decisión, cada esfuerzo y cada actor aporta una pieza: desde quienes cuidan y conocen el territorio, hasta quienes invierten recursos, comparten conocimiento o impulsan políticas públicas para hacerla posible. Y así como para cada quien se ve diferente, para nosotros implica tener las botas en el territorio.

En conmemoración del sexto aniversario de Toroto, hoy queremos compartir seis lecciones que surgen de lo que hacemos todos los días al poner botas, manos, mente y corazón en el territorio.
Más del 50% del territorio mexicano pertenece a ejidos y comunidades. Eso significa que ninguna estrategia de conservación o restauración puede –ni debe– desarrollarse sin ellas. Son el punto de partida para co-diseñar soluciones que respondan a las realidades y necesidades de cada lugar.
Tener las botas en el territorio implica construir desde el contexto. No vamos a campo a enseñar, sino a escuchar, aprender y colaborar en los proyectos junto con las comunidades, complementando con conocimiento técnico, financiamiento y tecnología. El resultado es un intercambio de saberes donde cada parte aporta lo indispensable para que el proyecto avance y prospere.
Como anécdota personal, recuerdo que en mis primeros días en Toroto me tocó visitar algunos de nuestros proyectos de captura de carbono en el sureste del país. Imaginé que lo primero que vería serían árboles recién sembrados o registros de fauna en cámaras trampa… pero mi primera parada fue una asamblea ejidal. Ahí, escuchando debates y acuerdos entre las personas propietarias de esas tierras, comprendí que la acción climática es también un proceso social: profundamente humano, sostenido por la confianza y la gobernanza comunitaria.
En Toroto sabemos que nuestro papel no es reemplazar estos procesos, sino fortalecerlos. Trabajamos para que la toma de decisiones sobre los proyectos forme parte de las conversaciones ejidales, donde se construyen acuerdos que garantizan permanencia, confianza y transparencia.
Cada ecosistema tiene su propio ritmo, sus retos y sus posibilidades –tanto sociales como ambientales–. Por eso, no existe una fórmula que pueda aplicarse igual en todos los lugares. La acción climática es un proceso vivo: se prueba, se aprende, se ajusta y se vuelve a intentar.
En Toroto combinamos conocimiento científico con saberes comunitarios, además de creatividad y capacidad de respuesta. Diseñamos proyectos de captura de carbono y soluciones de infiltración hídrica adaptadas a cada ecosistema. Y cuando algo no sale como estaba planeado, reaccionamos y volvemos a intentar, basándonos en lo aprendido.
A veces las lluvias no llegan, las semillas no germinan o el suelo no responde como esperábamos. No hay una receta perfecta: la clave está en leer las señales de la naturaleza con un equipo en campo que sepa interpretarlas y responder a cada suceso, en cada lugar.
Nada de esto sucede por sí solo. La acción climática requiere un equipo capaz de hacerla posible: en Toroto tenemos a toda una tropa –una comunidad de personas apasionadas y comprometidas con una misión común: liderar la reconciliación de la humanidad con la naturaleza.
Este año, más de 400 personas formaron parte de nuestras cuadrillas y nuestro gabinete: plantando árboles, construyendo obras de conservación de suelo, estimando proyecciones de carbono, levantando líneas base, diseñando mapas, acompañando a ejidos, gestionando contratos, construyendo alianzas, buscando inversionistas.
El trabajo para hacer posible la acción climática es gigante. En campo, implica levantarse antes del amanecer, caminar kilómetros con el equipo al hombro, y adaptarse a las condiciones del clima. Desde gabinete, implica horas de planeación, gestión y coordinación para asegurar que cada persona tenga el soporte necesario para cumplir su labor. Y aunque puedan parecer mundos distintos, son un solo equipo: la tropa se sostiene e impulsa nuestro propósito de forma colaborativa.
La voluntad y la pasión son indispensables, pero no suficientes.
Cada árbol que se planta, cada hectárea que se conserva, cada comunidad que participa requiere tiempo, materiales, transporte, tecnología y herramientas. La acción climática se sostiene con recursos: sin inversión, los proyectos no pueden consolidarse ni escalar su impacto.
Por eso, necesitamos mecanismos financieros creativos y sólidos que aseguren que el capital llegue al territorio y beneficie directamente a las personas que lo cuidan.
Muchas veces, las necesidades inmediatas hacen que degradar un ecosistema parezca la opción más rentable a corto plazo. Pero a largo plazo, su cuidado genera beneficios mucho mayores, ya que un ecosistema sano garantiza recursos y bienestar para todos. Los mecanismos financieros tienen que responder a este comportamiento e impulsar que cuidar los bosques sea más rentable que talarlos.
Para lograrlo, necesitamos una red de personas, organizaciones y fondos que inviertan en acción climática con capital paciente, dispuesto a crecer al ritmo de la naturaleza.
Necesitamos unir fuerzas. Alguien como tú, sin importar el rol o el lugar desde el que actúes, puede sumar desde donde está, pero no podemos depender de esfuerzos aislados. Lo que una empresa, una comunidad o una persona puede hacer sola es valioso, pero cuando se suman las aportaciones de múltiples actores –gobiernos, empresas, academia, organismos internacionales y sociedad civil– el impacto crece de forma exponencial.
Cuando las acciones individuales dejan de ser esfuerzos dispersos, sucede la acción climática, porque no se trata solo de actuar, sino de conectar. La responsabilidad no recae en una sola persona, pero la posibilidad de cambiar el rumbo sí está en la suma de muchas. Y cada actor aporta una pieza distinta a un mismo rompecabezas colectivo que regenera nuestro planeta y construye un futuro compatible con la vida en todas sus formas.
Ane Garay es Chief of Staff en Toroto. Es Ingeniera en Desarrollo Sustentable y cuenta con una Maestría en Empresas Socioambientales. Le inspira saber que ella también es naturaleza, y eso la motiva a trabajar por su cuidado. En su tiempo libre disfruta hacer caminatas al aire libre y leer.
Explora reflexiones, investigaciones y aprendizajes de campo de nuestro trabajo en la restauración de ecosistemas.