Anecdotario sobre la conservación: importancia sociocultural de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán

September 29, 2022
Anecdotario sobre la conservación: importancia sociocultural de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán
Share

En el año de 1924, la Universidad Nacional de México inauguró la carrera de Biología. Ese mismo año, la joven Helia Bravo Hollis se inscribió. Años más tarde, ella se convertiría en la primera mexicana en haber recibido el título de bióloga. Durante toda su vida mostró gran devoción a la botánica, específicamente, a una familia de plantas nativas del continente americano: las cactáceas. En 1937 publicó Las cactáceas de México, un compendio en el que se muestra la variedad de cactáceas en distintas zonas del país, entre ellas, el Valle de Tehuacán y Cuicatlán. A lo largo de su vida describió nuevas especies de cactáceas -algunas incluso endémicas de la región- y trabajó en el Instituto de Biología de la UNAM, donde participó en la fundación y dirección del Jardín Botánico. Gracias en gran medida a su labor, el Valle de Tehuacán y Cuicatlán eventualmente se convirtió en un emblema mexicano de la conservación, bajo la categoría y el reconocimiento de Reserva de la Biósfera y Patrimonio Mixto de la Humanidad.

El 26 de septiembre de 2001, Helia Bravo falleció, cuatro días antes de cumplir 100 años. En su honor y debido a su trabajo en la ahora Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, mismo que ha sido fundamental para el conocimiento de la biodiversidad, el Jardín Botánico dentro de la Reserva lleva su nombre. La inferencia de Helia en la Reserva va mucho más allá de sólo describir y nombrar nuevas especies de cactáceas; su labor y reconocimiento radica en la visión que reflejó en un México donde poco interés había en estudiar ecosistemas semidesérticos, y mucho menos, en protegerlos y conservarlos. Hoy en día agradecemos la determinación que en algún momento tuvo, que si no fuera por su encarecido quehacer, esa parte esencial del patrimonio biocultural de nuestro país que se refleja en la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, no sería posible.

*

La Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán (RBTC) es una de las 44 Reservas de la Biósfera dentro del territorio mexicano y se decretó el 11 de septiembre de 1998 durante el sexenio de Ernesto Zedillo. Cuenta con una superficie de 490,186.7 hectáreas, y está localizada al sureste de Puebla y noroeste de Oaxaca; abarcando 20 y 31 municipios respectivamente. La zona comprende distintos ecosistemas tales como el matorral xerófilo, bosque tropical caducifolio, pastizal, bosque de coníferas, bosque mesófilo de montaña, entre otros. Distintos estudios ecológicos han permitido registrar grandes niveles de diversidad biológica en términos de flora y fauna, en muchos casos con la presencia de especies endémicas. Dentro de la RBTC, existen especies de cactáceas columnares únicas en el planeta como el tetecho (Neobuxbaumia tetetzo), los cardones y los órganos (Cephalocereus columna trajani, Neobuxbaumia mezcalaensis, entre otras especies). En las zonas que corresponden a la selva baja caducifolia se forma un corredor biológico en el que se ha podido registrar la presencia de grandes mamíferos carnívoros como el jaguar, puma, tigrillo y lince.

Sin embargo, es importante destacar que estos modelos de conservación son el resultado de una larga historia de políticas públicas en torno al medio ambiente y al desarrollo de las ciencias ecológicas (Urquiza, 2019). Además, no sólo son importantes en tanto permiten preservar los ecosistemas, evitar prácticas que los destruyan y restaurar regiones naturales, sino que tienen una importancia sociocultural que se puede reflejar en varios niveles y que son, sobre todo, oportunidades para que los grupos humanos puedan valorar estos espacios, aprender las razones detrás de la conservación y procurar formas de relacionarnos con la naturaleza que no provoquen devastación. Es claro que estos procesos guardan cierta complejidad y no es suficiente enunciarlos en decretos y planes de manejo. La participación de las comunidades locales, comunidades científicas y la ciudadanía en general es imprescindible. En el caso de la RBTC, hay varios elementos que nos permiten distinguir la importancia sociocultural de este tipo de Áreas Naturales Protegidas. A diferencia de otras ANP, como son los Parques Nacionales, los Santuarios o Monumentos Naturales, en las Reservas de la Biósfera se impulsan proyectos de desarrollo sostenible y participación, pues es común que existan comunidades que habiten dentro de la Reserva -situación que no se da con tanta frecuencia, ni facilidad, dentro de otras categorías de conservación. Otra característica de las RB es que, si bien se pueden nombrar por el Gobierno, muchas de ellas pertenecen a una red global de Reservas, dentro del programa Man and the Biosphere (MAB) de la mano de la UNESCO; la RBTC es parte de dicho programa.

La conservación no es un proyecto homogéneo.

Sus distintas modalidades funcionan para distintos fines.

Es importante recordar que la diversidad biológica está siempre vinculada con la diversidad cultural. Es decir, los distintos grupos humanos que habitan ciertos ecosistemas establecen vínculos con el medio, generan distintas prácticas con las que aprovechan los elementos de la naturaleza que los rodean y los dotan de significado. En la zona de Tehuacán-Cuicatlán históricamente han convivido distintos pueblos: nahuas, popolocas, cuicatecos, mixtecos, mazatecos, chinantecos, entre otros más. Estos pueblos desarrollaron, desde épocas antiguas, distintas maneras de domesticar especies vegetales como el maíz y el amaranto. Las comunidades científicas biológicas y sociales han denominado a este conjunto de saberes y prácticas como patrimonio biocultural.

Dentro de la RBTC también se ubican distintos vestigios arqueológicos que han servido para conocer el manejo histórico de dichos cultivos. Tal es el caso de los canales, pozos, acueductos y presas con las que los antiguos pueblos manejaron sus recursos hídricos en las zonas más secas de la región. Estos restos de cultura material son consideradas de las más antiguas en el continente americano y fueron una condición de posibilidad para el establecimiento de los antiguos pueblos agrícolas. También se pueden observar los antiguos métodos de recolección de sal, sobre todo en la zona de Zapotitlán. El hecho de que estos espacios estén dentro de la RBTC, han permitido su conservación y nos han permitido comprender mejor los procesos entre cultura y naturaleza.

De hecho, estos rasgos bioculturales fueron argumentos suficientes para que en el año de 2018 el Comité del Patrimonio Mundial inscribiera a la RBTC como un Sitio Mixto -de importancia cultural y natural a la vez- en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO:

El valle es uno de los principales centros de diversificación de los cactus, una familia botánica en serio peligro en todo el mundo. El sitio alberga en particular los bosques de cactáceas columnares más densos del planeta, que modelan un paisaje único conformado también por la presencia de magueyes, yucas y encinas. Los vestigios arqueológicos revelan además un proceso de evolución técnica que refleja la domesticación precoz de los vegetales. El valle presenta también un sistema excepcional de gestión del agua [...] de los más antiguos del continente y permitieron la sedentarización de comunidades que vivieron de la agricultura (UNESCO, 2018).

Tal y como sucede en los distintos tipos de Áreas Naturales Protegidas, el ámbito social y cultural se ha integrado en sus programas de manejo. Tanto para generar, rescatar y divulgar "conocimientos, prácticas y tecnologías, tradicionales o nuevas, que permitan la preservación, la toma de decisiones y el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán", como para "la participación activa de las comunidades aledañas que generen la valoración de los servicios ambientales, mediante la identidad, difusión y educación para la conservación de la biodiversidad que contiene" (CONANP, 2013). Es este un rasgo que distingue, como se mencionó previamente, a las distintas ANP y sus programas de conservación. Es decir, la conservación no es un proyecto homogéneo. Sus distintas modalidades funcionan para distintos fines, incluyen en distintos niveles a las comunidades y se enfocan en elementos específicos del medio ecológico sobre el que trabajan.

De forma concreta se pueden observar esfuerzos y experiencias que materializan lo que está consignado en los decretos y programas. Un importante campo es el del llamado ecoturismo en el que ciertas zonas de la RBTC se abren al público en general. Zonas como el Cañón del Sabino en Santa María Tecomavaca, las huellas de dinosaurio en San José Raya y el ya mencionado Jardín Botánico "Helia Bravo Hollis" son puntos de contacto entre el público y la Reserva. Si bien el concepto de ecoturismo ha sido constantemente cuestionado por diversas razones, sobre todo por querer proyectar a los espacios naturales los modelos tradicionales de turismo y consumo, es un hecho que constituye un área de oportunidad para la difusión de la biodiversidad y de la educación ambiental. Por ejemplo, el Jardín Botánico se asume como un espacio de educación y divulgación de la biodiversidad in situ.

Una situación apremiante es la escasez de agua en la región. Al ser una zona árida, los recursos hídricos suelen ser limitados. Si bien hay organizaciones sociales cuyos objetivos son el de hacer proyectos con las localidades aledañas para poder captar agua y evitar la escasez de este recurso, no existe una gestión correcta de las aguas negras y residuales, que suelen ser desechadas en los cuerpos de agua y en las barrancas, generando importantes niveles de contaminación y constituyendo un riesgo latente al medio ambiente y a la salud comunitaria. Ante este problema, se han emprendido trabajos para la detección y conservación de los mantos acuíferos dentro de la RBTC (Amayo, 2022).

Algunos de los debates más importantes en torno a la conservación ambiental -y el equilibrio naturaleza-sociedad que ésto supone- han sido sobre las actividades productivas y el acceso a ciertos recursos dentro de las Áreas Naturales Protegidas. El establecimiento de la RBTC ha impulsado estudios que permitan diagnosticar la situación socioeconómica de las comunidades dentro de la zona de conservación, para poder trazar planes y actividades productivas alternativas que no generen un impacto negativo en la zona pero que puedan satisfacer las necesidades de las poblaciones locales que son principalmente campesinas. En palabras de Rafael Hernández et. al., para la adecuada conservación en la reserva es necesario, entre otros factores, "que exista una mayor participación de las comunidades locales en los asuntos de la administración y dirección de la propia reserva a partir del establecimiento de nuevas reglas y acuerdos institucionales, para que superen la situación de libre acceso a los recursos naturales como actualmente se relacionan con su entorno". Es decir, si bien los ejidos y las comunidades son los principales cuidadores y protectores de los bienes naturales, la autogestión sostenible de los recursos debe ser un tema prioritario en la política interna de cada núcleo agrario, puesto que, en algunos casos, ciertas formas de acceso a los recursos naturales atentan contra la renovación misma de dicho recurso, propiciando una relación fracturada entre la naturaleza y la sociedad. Lo anterior es especialmente importante cuando hablamos de zonas prioritarias para la conservación o bajo alguna categoría de protección, ya que no es correcto, ni mucho menos sostenible, enajenar a las comunidades que históricamente han habitado el territorio, de sus recursos naturales.

Es importante recordar que la diversidad biológica está siempre vinculada con la diversidad cultural.

En suma, la importancia sociocultural de las Reservas de la Biósfera y otros modelos de Áreas Naturales Protegidas se refleja en la forma en la que la representación social sobre el medio ambiente y las distintas prácticas humanas en torno a la naturaleza pueden ser encaminadas a evitar la destrucción de los ecosistemas. Estas representaciones son frutos de la intersección entre el ser humano, su cultura y la manera en la que ha concebido la naturaleza a través de la historia.

En distintos tiempos y espacios, las comunidades humanas han aprendido a relacionarse con su medio de distintas formas. Esto quiere decir que se han socializado formas concretas de entender la naturaleza y en particular, de conservarla. Ya sea por fines económicos -conservar recursos para su futura explotación- o por mantener la biodiversidad de los ecosistemas, a lo largo de la historia se han desarrollado alternativas para aprovechar los recursos naturales (Urquiza, 2018). Además, es importante reconocer que los saberes y prácticas que han mediado entre las comunidades humanas y su ambiente han variado en distintas culturas. Desde procesos de domesticación de plantas y animales, generación de hábitats, formas de alimentación, hasta mitologías y narrativas que dotan de significados particulares a distintos elementos de la naturaleza, los vínculos entre el ser humano y el resto de la naturaleza se expresan de forma diversa. Es importante reconocer estas formas y la manera en la que dialogan, por ejemplo, con los saberes provenientes de la ciencia. Las ideas y prácticas de la naturaleza guardan cierta historicidad. Es decir, son producto del cambio a través del tiempo y por ende, son propensas a la transformación.

Tal es el caso de las ideas sobre la conservación. Sin embargo, la conservación entendida como un acto prohibitivo en el que los humanos no tienen acceso a los recursos dentro de una zona protegida, puede dejar de lado la construcción de nuevas relaciones con el medio ambiente en el que prácticas productivas alternativas no tengan un impacto negativo en la salud de los ecosistemas y puedan brindarle a las comunidades medios de subsistencia. El ejemplo de Tehuacán-Cuicatlán deja en claro cómo se constituye el llamado patrimonio-biocultural, así como los procesos sociales y culturales que implican la conservación ambiental. Pero en cada geografía -y en cada tiempo- esto ha variado. Es importante seguir estudiando desde una mirada crítica e informada, distintos casos sobre la conservación y aprovechamiento de los recursos naturales, que nos puedan mostrar las distintas facetas de nuestra relación con el resto de la naturaleza para siempre dirigirnos a la construcción de una relación más respetuosa y justa.




Sobre el autor:

Ayamel es colaborador del blog de Toroto y estudiante del Posgrado en Filosofía de la Ciencia, de la Universidad Nacional Autónoma de México.



Agradecimientos:

Este breve texto ha sido posible gracias a las reflexiones colectivas y trabajo de investigación dentro del Seminario de Historia Ambiental Contemporáneo en el Instituto de Investigaciones Sociales, coordinado y organizado por el Dr. Humberto Urquiza. En este seminario se estudian, desde distintas perspectivas, las ideas, políticas y prácticas en torno al aprovechamiento y conservación de la naturaleza en México durante el siglo XX. Agradezco a sus miembros, en especial al Mtro. Ernesto Vargas Palestina, por su apoyo, comentarios y discusiones que nutren la reflexión colectiva de este grupo de trabajo.

Referencias:

Subscríbete a nuestro Newsletter

Conoce de primera mano lo que pasa al rededor la naturaleza.
Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.